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Traumatismos de vejiga y uretra

Ruptura vesical intraperitoneal, extraperitoneal y combinada.
Ruptura vesical intraperitoneal, extraperitoneal y combinada.

TRAUMATISMOS DE VIA URINARIA INFERIOR

 

LESIONES VESICALES

Introducción

Epidemiología

Las lesiones vesicales traumáticas, ya sean consecuencia de un traumatismo cerrado o penetrante, son poco frecuentes, representando un 3% de todos los traumatismos abdominales y sólo un 2% de los traumatismos que requieren cirugía. No ocurre lo mismo en el caso de que exista fractura pélvica, pues ésta se asocia en un 10% de los casos con lesión vesical y en otro 15% con lesión vesical y de uretra próstatomembranosa concomitante. Un 70-80% de los pacientes con afectación vesical traumática presentan fractura pelviana asociada, pero tan sólo el 30% de los pacientes con fractura pélvica sufrirán algún tipo de lesión vesical. Más de la mitad de las fracturas pélvicas son de las ramas pubianas. Son más frecuentes en el varón en una proporción de 3:1. En la población infantil existe una incidencia mayor de lesión vesical que en el adulto pues mientras en este último la vejiga está protegida por la pelvis, en el niño la vejiga es un órgano prácticamente abdominal y mucho más lesionable a menor capacidad. Por el contrario, las fracturas pélvicas infantiles se asocian con menor frecuencia (3-4%) con un traumatismo vesical al compararlas con la población adulta.

 

Etiología

La causa más frecuente de lesión vesical son los traumatismos cerrados o contusos abdomino-pélvicos (70-95%), destacando en orden de frecuencia los producidos por accidentes de tráfico, seguidos de los accidentes laborales. Menos frecuentes en nuestro medio, aunque constituyen el 15-30% de los casos de lesión vesical en países en conflicto bélico o con entornos sociales violentos, son las lesiones penetrantes por arma de fuego, arma blanca o empalamiento, en las que existe comunicación con el medio externo y por lo tanto mayor riesgo de contaminación microbiológica. Otro tipo de traumatismo penetrante vesical mucho más frecuente en nuestro entorno es el yatrógeno, producido la mayoría de veces durante intervenciones ginecológicas y obstétricas, o durante cirugías endoscópicas urológicas de próstata o vejiga.

 

Etiopatogenia

Los traumatismos vesicales se pueden clasificar según el mecanismo de producción en:

Yatrógenos

Aunque no muy frecuentes, pueden aparecer durante cirugías ginecológicas y colorrectales, pero sobre todo durante cirugías endoscópicas de vejiga, cuando se ha creado una sobredistensión vesical o cuando la capacidad vesical está disminuida.

Abiertos o penetrantes

Son aquellos en la que hay alguna vía de comunicación con el exterior y están producidos por arma de fuego o arma blanca. Son los menos frecuentes en nuestro medio. Se asocian muchas veces con lesiones graves de los principales vasos sanguíneos pelvianos y de órganos abdominales vecinos, describiéndose en estos casos una alta tasa de mortalidad que puede llegar a ser del 12%. Este tipo de traumatismo puede producir lesiones tanto intra como extraperitoneales y en ocasiones mixtas.

Cerrados

Son los menos frecuentes. Causados por traumatismo abdominal directo cuando la vejiga está llena o por movimiento de aceleración-desaceleración brusco traducido en un aumento de la presión abdominal que se transmite a la vejiga y produce la ruptura de la misma, en el caso de que ésta esté repleta. Los accidentes de tráfico, los accidentes laborales con caídas desde grandes alturas y el atropellamiento son las causas más frecuentes de estas lesiones. Este tipo de traumatismo se asocia en un 70-90% de los casos con fractura pélvica concomitante y es la lesión de las ramas del pubis la que más roturas vesicales produce (Tabla 1).

 

Existen cuatro entidades anatomoclínicas de traumatismo vesical (Tabla 2):  

Contusión vesical

Es la orientación diagnóstica que se da en aquellos pacientes que han sufrido un traumatismo y que presentan micro o macrohematuria sin detectar afectación renal, uretral o vesical en las exploraciones realizadas. Se produce al lesionarse la mucosa vesical y la muscularis mucosa sin solución de continuidad en la pared vesical.

• Rotura extraperitoneal

Es la forma más frecuente de lesión vesical, constituyendo aproximadamente el 55% de los traumatismos vesicales. Se asocia a menudo a fracturas pélvicas y en especial cuando se afectan las ramas pubianas. Un 10% de las fracturas pelvianas presentan rotura extraperitoneal vesical concomitante. Se cree que la mayoría de estas lesiones se producen por fuerzas directas, frecuentemente por astillas óseas que se forman al fracturarse la pelvis o bien por fuerzas que lesionan los ligamentos puboprostáticos que anclan la vejiga al hueso pélvico.

 

Suelen localizarse en la cara anterior o anterolateral, muy próximas al cuello vesical. La orina y sangre se acumulan en el espacio prevesical y pueden llegar a través del canal inguinal hasta el periné o a la zona escrotal y a través del agujero obturador hacia el muslo. En ocasiones, si existe lesión de la uretra prostato-mebranosa asociada, que puede ocurrir en un 2-20% de los casos, puede llegar a crearse una colección de orina en el espacio subperitoneal (Figura 1).

• Rotura intraperitoneal

Representan por sí solas el 35-40% de las lesiones vesicales. Suelen producirse por un traumatismo cerrado que provoca un aumento de la presión abdominal y que es la responsable de la ruptura vesical. Es por ello que en la mayoría de ocasiones se afecta la cúpula vesical, que es la zona más débil. La íntima adhesión del peritoneo a la cúpula vesical es la responsable de que al lesionarse esta zona se desplace orina y sangre hacia la cavidad peritoneal. Un ejemplo típico es la rotura intraperitoneal producida en aquellos que durante un accidente de tráfico reciben un golpe de volante brusco cuando la vejiga está llena. El tipo de lesión que comporta se produce por fuerzas de gran magnitud y se asocia a una tasa de mortalidad muy elevada (20-30%). Otro tipo de traumatismo intraperitoneal cerrado es el que ocurre con la lesiones yatrógenas producidas durante maniobras endoscópicas urológicas, como la RTU o cistoscopias diagnósticas, en casos de sobredistensión vesical o capacidad vesical reducida asociadas (Figura 2).

Rotura combinada extra e intraperitoneal

Aparece en el 5-10 % de los casos; pueden ser secundarias tanto a fracturas pelvianas por traumatismo contuso como a traumatismos penetrantes. La rotura espontánea vesical es una entidad muy poco frecuente, pero que cuando aparece nos debe hacer sospechar de lesión vesical previa como las secundarias a neoplasia, inflamación crónica, litiasis vesical, vejiga neurógena o sobredistensión vesical crónica.

 

Cuadro clínico

Síntomas

Debe sospecharse una lesión vesical en todos los pacientes con traumatismo abdominal y proceder a descartarla en los casos en que exista fractura pelviana. No existe ningún signo o síntoma que sea patognomónico de lesión vesical, pero es frecuente encontrar:

• Hematuria

Es el síntoma más frecuente aunque en ocasiones puede estar ausente. Aparece en el 80-95% de los casos. La mayoría de los pacientes con traumatismo vesical cerrado presentan hematuria macroscópica. La hematuria macroscópica se asocia a lesiones más graves mientras que la microscópica aparece con más frecuencia en pacientes con contusión vesical. Entre un 2-10% de los pacientes con lesión vesical por traumatismo vesical cerrado, sin fractura pélvica, pueden presentarse con microhematuria o en ausencia de cualquier grado de ella. Las lesiones vesicales abiertas por traumatismo penetrante, suelen presentarse con hematuria de mayor o menor intensidad, pero en este tipo de traumatismos, cualquier grado de hematuria obliga a descartar lesión vesical o urológica asociada. La salida de sangre por el meato uretral es diagnóstica de lesión uretral, que deberá descartarse mediante uretrografia retrógrada antes que la lesión vesical.

• Imposibilidad para realizar la micción.

Es característica la imposibilidad para realizar la micción sin observar globo, y la obtención de sangre al realizar el sondaje vesical, aunque hay que descartar otras causas como el shock hipovolémico o lesión de vías altas que pueden presentarse con ausencia de micción por anuria.

• Dolor abdominal bajo.

Relacionado con el traumatismo previo y la existencia de lesiones asociadas o no.

Hematoma en genitales y periné.

Por difusión del sangrado perivesical a través del canal inguinal o del orificio obturador.

TRAUMATISMOS DE LA VIA URINARIA INFERIOR
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Cistografía retrograda que demuestra extravasación del contraste por ruptura vesical.
Cistografía retrograda que demuestra extravasación del contraste por ruptura vesical.

Formas clínicas

La combinación de fractura pélvica y hematuria macroscópica en el contexto de un traumatismo cerrado obliga a descartar la lesión vesical asociada. El dolor abdominal difuso con signos de peritonismo, asociado a una ausencia de micción o aumento de la creatinina o urea en sangre, son característicos de lesión vesical intraperitoneal. En ocasiones, si la lesión pasa desapercibida inicialmente, puede aparecer un cuadro de sepsis y abdomen agudo, que es la causante de la alta tasa de mortalidad de la ruptura vesical.

 

Complicaciones

Son poco frecuentes si el diagnóstico y tratamiento son rápidos. Si Inicialmente la lesión pasa desapercibida, la orina retenida puede infectarse y ser la causante de un cuadro séptico, o bien crear una fístula a través de la herida (en los casos de lesión abierta o rotura intraperitoneal desapercibida durante la laparotomía exploradora) o a través de órganos vecinos como la vagina (en la mujer) o el recto (en el varón).

 

Diagnóstico

La cistografía retrógrada es la técnica de elección para evaluar los traumatismos vesicales. Cuando se practica de forma correcta es capaz de identificar la fuga de orina en el 85-100% de los casos, aunque para realizarla en el contexto de un politraumático, es necesario descartar primero una lesión uretral mediante uretrografía retrógrada. En ocasiones, el estado clínico del paciente o la necesidad de una intervención quirúrgica urgente impide ejecutar esta prueba. Para realizarla debe introducirse lentamente contraste diluido al 30% a través de la sonda vesical hasta llegar a 100 ml y disparar radiografías seriadas en busca de fuga urinaria. Si no se detecta ninguna fuga, debe llenarse la vejiga hasta 300-400 ml de contraste, realizar radiografías en el plano anteroposterior si es posible bajo escopia, e intentar obtener proyecciones oblicuas siempre que el estado del paciente lo permita. Siempre debe efectuarse una radiografía después de vaciar la vejiga para detectar una fuga tardía. Los falsos negativos son debidos, la mayoría de las veces, a un inadecuado llenado vesical o a la ausencia de placas postmiccionales.

 

La TAC es la técnica de elección para la evaluación de los órganos abdominales que puedan haberse lesionado durante el traumatismo. De igual modo, la TAC con contraste permite valorar la función renal, la presencia de obstrucción y la existencia de colecciones perirrenales o periureterales pero no es válida para detectar una rotura vesical aunque se clampe la sonda vesical. La TAC-cistografía puede utilizarse en lugar de la cistografia convencional en los pacientes que están siendo estudiados con TAC pélvica. Con esta técnica se consiguen cifras de sensibilidad y especificidad del 95 y 100%, respectivamente. Para ello debe llenarse la vejiga con un mínimo de 350 ml de contraste diluido. El contraste endovenoso no es de utilidad para evaluar la vejiga por TAC, a no ser que se realicen cortes tardíos cuando la vejiga está lo suficientemente distendida. La urografía endovenosa no es una técnica adecuada para la evaluación de la lesión vesical. Por sí sola sólo detecta el 15-25% de este tipo de traumatismo, pues en la mayoría de los casos no consigue distender suficientemente la vejiga para demostrar el defecto de continuidad creado con el traumatismo.

 

Tratamiento

El primer escalón terapéutico ante una lesión vesical es la de cualquier paciente politraumático: estabilizar el paciente y tratar primero aquellas lesiones que supongan un riesgo para la vida del paciente, es decir, el ABC del paciente politraumático. El tratamiento de la lesión vesical dependerá del tipo de traumatismo que lo ha provocado y, a la vez, de la afectación anatómica y topográfica de la pared vesical.

 

Contusión vesical

Los pacientes con contusión vesical mínima y con micciones espontáneas sin dificultad no requieren de sondaje vesical. Si existe hematuria macroscópica, deberemos realizar un sondaje vesical con una sonda Foley de calibre grueso (22-24 Fr). Se desaconseja el utilizar sondas vesicales de tres vías, ya que la luz de salida es más estrecha y existe mayor riesgo de obstrucción de la sonda y posibilidad de rotura vesical en la zona inicialmente contusionada.

 

Lesión vesical cerrada (no penetrante) con afectación extraperitoneal

La mayoría de estas lesiones (80%) se solucionan mediante tratamiento conservador, que consiste en la colocación de una sonda vesical o un catéter de cistostomía durante 10-20 días más profilaxis antibiótica de amplio espectro. Pasado este periodo se debe realizar un cistograma para comprobar la resolución de la lesión antes de retirar la sonda vesical. Casi todas estas lesiones se solucionan tras 2 ó 3 semanas de sondaje; si no es así, se debe colocar un drenaje percutáneo. Debe evitarse en todo momento la obstrucción de la sonda vesical, por lo que en casos de hematuria macroscópica debe colocarse una sonda transuretral de calibre grueso (del 22-24 Fr) durante los 10-20 días. En ocasiones, sobre todo si se afecta el cuello vesical, si existen fragmentos óseos impactados en la pared de la vejiga; si hay lesión de órganos vecinos como vagina o recto, o si se realiza una laparotomía por lesión de órganos abdominales asociados, es necesaria la reparación quirúrgica vesical. En estos casos se debe exponer la vejiga a nivel de la cúpula para visualizar toda la cavidad vesical, que deberá ser cerrada mediante sutura reabsorbible, a la vez que se repara el cuello vesical o la vagina en los casos en que estén lesionados. Posteriormente deberá cerrarse la cúpula vesical en dos planos con sutura reabsorbible y dejar una sonda vesical y drenaje abdominal.

 

Lesión vesical cerrada (no penetrante) con afectación intraperitoneal

Este tipo de lesión suele asociarse a la de otros órganos vecinos, supone una mortalidad del 20-30%; además, la afectación vesical suele ser de gran magnitud, por lo que siempre debe realizarse una exploración quirúrgica mediante laparotomía. Durante la intervención deben explorarse los órganos abdominales, drenarse las colecciones de sangre y orina y reparar el defecto vesical, mediante sutura reabsorbible, a ser posible en dos planos (mucosa y muscular) dejando una sonda vesical, así como un drenaje abdominal. Debemos evitar el colocar sondas suprapúbicas sobre todo en los casos en los que existen fracturas pelvianas que deban repararse mediante placas metálicas, pues esta asociación favorece la formación de abscesos pélvicos. En el caso de perforación vesical durante una maniobra endoscópica, inicialmente debe colocarse una sonda vesical, y si el defecto parece intraperitoneal (cuando aparece distensión abdominal o peritonismo), se debe explorar la perforación de forma quirúrgica.

 

Lesión vesical abierta o penetrante

Todas las lesiones traumáticas abiertas o penetrantes deben explorarse de forma urgente, y en el caso de lesión vesical, repararse en el mismo momento.

 

TRAUMATISMOS DE URETRA

Las lesiones uretrales pueden ser producidas por una gran variedad de factores, desde violentas fuerzas externas hasta la instrumentación urológica. La uretra masculina se divide en dos segmentos, anterior y posterior, en función del diafragma urogenital. Así, la uretra posterior está formada por la uretra prostática y membranosa, y la uretra anterior, por la bulbar y peneana. El mecanismo de lesión uretral será distinto en función del segmento uretral afectado. En las mujeres, la uretra está formada sólo por el segmento posterior, ya que el anterior corresponde a los labios menores.

 

Traumatismo de uretra posterior

Etiología

La mayoría (90%) aparecen cuando existe fractura pelviana causada generalmente por accidentes de tráfico, aplastamientos o caída desde grandes alturas. Anteriormente, la mayor parte se producían por accidentes laborales, pero con las mejoras actuales de las condiciones de seguridad en el trabajo y el uso masivo del vehículo por parte de la población, ha hecho que los accidentes de tráfico sean la primera causa de este tipo de lesiones. Así, las dos terceras partes de las fracturas pelvianas son producidas por accidentes de tráfico y casi el tercio restante por precipitación desde grandes alturas.

 

Epidemiología

Aunque la forma más frecuente de presentación es la asociada a fractura pelviana, tan sólo el 10% de las fracturas pelvianas se presentan con lesión de uretra posterior, lo mismo que ocurre en el caso de los traumatismos vesicales. En un 10-20% de los casos las fracturas pélvicas se asocian a lesión uretral

y vesical concomitante, siendo la ruptura extraperitoneal la forma más frecuente de afectación vesical en estos casos. Casi todas las fracturas pélvicas se producen durante las tres primeras décadas de la vida, con una relación varón/mujer de 2:1. Los niños están más expuestos a lesión uretral durante los accidentes de tráfico.

 

Características anatomopatológicas

Las fuerzas necesarias para fracturar la pelvis durante un accidente de tráfico se transmiten frecuentemente a otros órganos no urológicos, y considerados vitales, por lo que es primordial estabilizar inicialmente al paciente. En los casos en que existe ruptura uretral asociada, ésta se produce por la transmisión de fuerzas externas hasta la unión de la uretra prostática con la membranosa, produciendo la disrupción a este nivel, por lo que es muy importante tener un adecuado conocimiento del mecanismo esfinteriano para obtener buenos resultados tras el tratamiento quirúrgico. Tanto el cuello vesical como el esfínter uretral externo (integrado en la pared de la uretra membranosa y a la vez ésta en la aponeurosis perineal media) actúan de forma independiente y pueden mantener la continencia a pesar de que uno de los dos esté dañado. En el caso de la uretra membranosa, el mecanismo de lesión más frecuente consiste en el cizallamiento producido por la aponeurosis perineal media o diafragma urogenital debido a la fractura con dislocación del arco pubiano.

 

La uretra prostática suele afectarse cuando existe tracción de los ligamentos pubo-prostáticos o bien directamente por fragmentos óseos que se desprenden durante la fractura. Los niños son más propensos a sufrir lesiones uretrales que afectan a la uretra prostática pues en ellos la próstata es más pequeña y protege menos la uretra, por lo que además las lesiones suelen ser más complejas. En el caso de la uretra femenina, muchas veces la lesión uretral se asocia a lesión rectal y vaginal, con un porcentaje del 30 y 75% de los casos, respectivamente. La frecuencia de lesiones uretrales asociadas a fractura pelviana depende del tipo de fractura que se haya producido. Los distintos tipos de fractura pélvica se clasifican según la dirección de la fuerza mayor que la haya producido, definiendo la pelvis estable como aquella que puede soportar las fuerzas fisiológicas sin deformarse. El factor pronóstico más importante para la evolución del paciente es el grado de inestabilidad pelviana. Las fracturas en alas de mariposa (en la que se lesionan todas las ramas púbicas) y la fractura de Malgaigne (en la que se afecta la rama isquiopubiana y el sacro o la unión sacroilíaca) son las que se asocian más frecuentemente a lesión uretral. Cuando a una fractura en ala de mariposa se le añade una diástasis de la articulación sacroilíaca, el riesgo de lesión de uretra posterior es 7 veces mayor que en la fractura de Malgaine o en la de alas de mariposa aislada. Si las ramas isquio-pubianas están indemnes, el riesgo de lesión uretral es mínimo (Tabla 3).

 

Cuadro clínico

Aunque la tríada diagnóstica clásica es la de “Fractura pélvica + uretrorragia + retención urinaria”, debemos sospecharla cuando existe:

• Fractura pelviana o posibilidad de ella.

• Uretrorragia. Aparece en el 40-95% de las lesiones de uretra posterior, aunque la intensidad no se relaciona con la gravedad de la lesión.

• Incapacidad para realizar la micción, con o sin globo palpable (dependiendo de si coexiste rotura vesical). No aparece en las lesiones uretrales incompletas.

• Hematoma perineal. Nos debe hacer pensar en lesión del diafragma urogenital. Cuando ello ocurre aparece el típico hematoma en alas de mariposa. Si la fascia de Buck está íntegra, no aparecerá hematoma escrotal ni perineal.

• Próstata elevada al tacto rectal. Aparece en el 35% de los casos, aunque en muchas ocasiones no se puede llegar a palpar por la presencia de un gran hematoma. El tacto rectal nos ayuda a la vez a descartar lesión rectal asociada.

 

Formas clínicas. Clasificación

Existen numerosos sistemas de clasificación de las lesiones de uretra posterior, en la que se evalúan los cambios radiográficos. La más usada es la que describieron Colapinto y cols. en 1977 (Tabla 4).

 

Diagnóstico

Debemos sospechar lesión de uretra posterior cuando en un paciente politraumatizado se presente con fractura pélvica, uretrorragia e incapacidad para realizar la micción. La uretrografía retrógrada es la prueba diagnóstica de elección para descartar la lesión uretral. Debido a que las lesiones de uretra posterior se dan en el paciente politraumático, antes de buscar una lesión de uretra asociada, se debe estabilizar al paciente y descartar afectación de órganos vitales. En estos casos debe colocarse un drenaje vesical suprapúbico y posponer la uretrografía, que podrá realizarse con cistografía asociada.

 

La uretrografía retrógrada se lleva a cabo con el paciente en decúbito supino y la pelvis oblicuada unos 45º, realizando de forma inicial una radiografía simple para comprobar la correcta colocación del paciente y para descartar fractura pélvica asociada o presencia de cuerpos extraños.  Posteriormente, se inserta una sonda Foley 12-14 Fr a nivel de la fossa navicularis, se hincha el globo con 2 cc de suero y se inyectan unos 30 ml de contraste no diluido8-10. La ecografía no debe realizarse de una forma rutinaria para descartar lesión uretral, pero puede ser de utilidad para determinar el hematoma pélvico y dónde se situa la vejiga para poder insertar un catéter suprapúbico. La uretroscopia asociada a la uretrografía retrógrada son esenciales para evaluar las lesiones de uretra en las mujeres. En el caso de los varones, la uretroscopia no está indicada para el diagnóstico inicial.

 

Tratamiento

El tratamiento inicial en todas las lesiones de uretra consiste en actuar con medidas de soporte básico y el de descartar cualquier lesión considerada de riesgo vital. Las contusiones uretrales pueden tratarse mediante sondaje uretral que se mantendrá durante 12-14 días. En las lesiones parciales se recomienda la colocación de una cistostomía suprapúbica y repetir la uretrografia retrógrada 2 semanas después. Se acepta también la posibilidad de colocar una sonda uretral. Las estenosis uretrales residuales deberán tratarse mediante dilatación, uretrotomía interna o uretroplastia dependiendo de la longitud de la lesión. En el caso de lesiones completas de uretra posterior no existe un método de tratamiento ideal y todos ellos tratan de reducir los riesgos de incontinencia, impotencia y estenosis que comportan este tipo de lesiones. La morbilidad de estas lesiones se atribuye a la magnitud del traumatismo inicial y al tipo de fractura pelviana. El método de tratamiento considerado hasta hace pocos años estándar era el tratamiento diferido, que consiste en colocar una sonda de cistostomía durante 3-6 meses, dejando tiempo para que el hematoma se reabsorba y la espongiofibrosis creada a nivel del defecto uretral se estabilice. El gran inconveniente de este tipo de conducta es que comporta un índice de estenosis uretral de casi el 100% y requiere siempre de tratamiento quirúrgico posterior (ya sea endoscópico o mediante uretroplastia). La ventaja es que el índice de impotencia e incontinencia alcanzado es el más bajo si lo comparamos con otras modalidades terapéuticas empleadas. La reparación quirúrgica inmediata de lesiones completas comporta un alto índice de impotencia e incontinencia postoperatoria, debido al hematoma pélvico creado durante el traumatismo, que induce a un excesivo desbridamiento y a la posibilidad de convertir una lesión incompleta en completa durante la disección. Es una técnica poco utilizada y sólo está indicada en casos de alteración hemodinámica grave, afectación de grandes vasos u órganos que requieren reparación quirúrgica precoz siempre que la intervención se pueda prolongar.

 

Actualmente, la modalidad terapéutica más aceptada para este tipo de lesiones es el realineamiento primario con técnicas endoscópicas, que consiste en introducir un cistoscopio flexible por el trayecto de la cistostomía suprapúbica y un cistoscopio rígido por la uretra hasta que ambos se encuentran y se introduce una guía bajo visión directa por uno de los instrumentos que se recupera por el otro para deslizar a través de ella la sonda vesical, que se mantendrá entre 4 y 6 semanas como tutor, con el objetivo de que se reanastomosen los cabos uretrales en un mismo plano y se reabsorba el hematoma pelviano. El realineamiento puede realizarse de forma inmediata, en el momento del traumatismo, siempre que el paciente esté estable o de forma diferida entre los 2 y 14 días posteriores al traumatismo. Existen pocas series en las que se realice el realineamiento de forma inmediata, pero en todas ellas el índice de impotencia, incontinencia y estenosis es menor que el descrito con el tratamiento quirúrgico diferido y es preferible a la reparación quirúrgica inmediata pues al ser una técnica endoscópica comporta menor riesgo de infección o de empeoramiento del hematoma pelviano. El realineamiento diferido (entre los 2 y 14 días) es el más usado actualmente ya que como ventajas tiene el hecho de que el paciente está estabilizado y tolera tiempos más prolongados de intervención a la vez que se consiguen mejores resultados en cuanto a impotencia, incontinencia, frecuencia y longitud de la estenosis postoperatoria que los obtenidos con el tratamiento diferido. En opinión y en manos de algunos autores, parece que la reparación quirúrgica a los 10-14 días del traumatismo mediante uretroplastia término-terminal vía perineal está dando incluso mejores resultados que el realineamiento primario diferido, por lo que debería ser la técnica de elección en caso de que sea factible.

 

Traumatismos de uretra anterior

Etiología y epidemiología

Son menos frecuentes que los de uretra posterior. Pueden ser secundarios a un traumatismo penetrante, pero la mayoría (85%) son secundarios a un traumatismo contuso. A nivel de la uretra bulbar, los mecanismos lesionales más frecuentes son el yatrógeno y la contusión accidental. En el caso de la uretra peneana, la instrumentación urológica y los cateterismos, ya sean crónicos o intermitentes, son los mecanismos de lesión más comunes. Los traumatismos no penetrantes son producidos por accidentes de tráfico y caídas, pero a diferencia de las lesiones de uretra posterior, no se asocian a fracturas pelvianas ni a lesión de órganos vitales. La mayoría se producen por caídas a horcajadas en las que se golpea el periné contra un objeto rígido, con lo que la uretra bulbar se comprime con fuerza contra la rama inferior de la sínfisis del pubis. En muchas ocasiones la lesión es tan leve que el paciente no acude a consultar en el momento del accidente, sino que lo hace en meses o años posteriores cuando aparece una estenosis bulbar sintomática.

 

Otro mecanismo de lesión no penetrante de la uretra anterior, aunque menos frecuente, es el que se asocia a las fracturas de pene. Éstas se producen durante la relación sexual en la que el pene erecto es golpeado contra la rama del pubis de la pareja, con la consiguiente ruptura de la túnica albugínea y, en un 20% de los casos en la que ésta se extiende al cuerpo esponjoso, con lesión uretral asociada. Los traumatismos penetrantes suelen darse en zonas en conflicto bélico ya que son las secundarias a heridas por arma de fuego o arma blanca, comprometiendo por igual al segmento bulbar y uretral peneano. La lesión uretral aparece en el 25-40% de los traumatismos penetrantes peneanos. En muchas ocasiones coexiste lesión testicular o rectal asociada. Otro tipo de traumatismo penetrante uretral es el que se produce al insertar cuerpos extraños en el interior de la luz uretral con fines eróticos o debido a enfermedades mentales.

 

Cuadro clínico

Debemos sospechar lesión uretral en cualquier paciente que haya sufrido un traumatismo contuso a nivel del periné, zona genital o en la pelvis.

• La uretrorragia es el signo más sugestivo de lesión uretral.

• La presencia de disuria, hematuria e incapacidad miccional aparecen frecuentemente en este tipo de lesiones. En muchas ocasiones, la micción suele estar conservada, aunque puede ser dificultosa, debido a la alta incidencia de lesiones incompletas.

• Hematoma perineal o peneano. En las caídas a horcajadas se lesiona frecuentemente la fascia de Buck, permitiendo que el hematoma difunda por debajo de la fascia de Colles, originando el llamado “hematoma en alas de mariposa” (Figura 3). En los casos en que la fascia de Buck está indemne, el hematoma queda circunscrito a nivel del pene.

 

Formas clínicas. Clasificación

Según los hallazgos radiográficos, las lesiones de uretra anterior se clasifican en:

• Contusión: clínica sugestiva de lesión uretral, pero con uretrografia dentro de la normalidad.

• Rotura incompleta: existe extravasación de contraste, pero se mantiene la continuidad uretral (Figura 4).

• Rotura completa: extravasación de contraste sin mantenerse la continuidad uretral.

 

Diagnóstico

Llegaremos a él a partir de:

• Antecedente y tipo de traumatismo.

• Tipo de arma utilizada y trayectoria de ésta (en los traumatismos penetrantes).

• Cuadro clínico.

• Hallazgos uretrográficos. Ante la sospecha de lesión uretral debemos evitar el sondaje antes de descartar la lesión uretral mediante uretrografía, como ya se ha explicado. En algunas ocasiones el paciente no consulta en el momento agudo del traumatismo (sobre todo los que sufren fractura de pene, los traumatismos por anillos constrictores peneanos o aquellos que se introducen cuerpos extraños intrauretrales), y ello comporta que en algunos aparezcan en el área de urgencias con sepsis, fascitis necrotizantes y abscesos secundarios a la extravasación urinaria e infección de la misma.

 

Tratamiento

Como en las lesiones de uretra posterior, consiste en actuar con medidas de soporte básico y descartar cualquier lesión considerada de riesgo vital. Es importante llegar al diagnóstico de lesión uretral de forma precoz, pues en las lesiones que pasan desapercibidas y no son tratadas pueden desarrollarse infecciones o abscesos del periné y del área escrotal. Las contusiones, muchas veces secundarias a retiradas de sondas uretrales con el balón inflado, no requieren de cateterización y el tratamiento debe ser expectante. Las lesiones parciales de uretra anterior pueden ser tratadas de forma inicial mediante un catéter suprapúbico o bien colocando una sonda uretral (que se mantendrá entre 2 y 4 semanas), con ayuda del uretroscopio y una guía, ya que el realizar un sondaje uretral a ciegas puede convertir una lesión parcial en una lesión completa. La sonda suprapúbica, que debe mantenerse unas 4 semanas, tiene la ventaja de derivar la orina por un camino distinto de donde se encuentra la lesión, evitando así la manipulación de la uretra y permitiendo realizar una cistouretrografía anterógrada para evaluar la resolución de la disrupción.

 

La mayoría de estas lesiones se resuelven con rapidez y con un bajo índice de estenosis a posteriori. En los casos en los que aparezca la estenosis, ésta habitualmente se resuelve mediante uretrotomía interna o dilataciones uretrales. En el caso de lesión completa uretral no está indicada la reparación quirúrgica en la fase aguda del traumatismo (a excepción de la rotura uretral por fractura peneana, que suele ser parcial y que debe repararse durante la fase aguda), pues este tipo de lesiones están asociadas a una importante reacción inflamatoria que dificulta el poder evaluar los límites a desbridar durante la fase aguda. La mayoría se convierten en estenosis de mayor o menor longitud y de mayor o menor afectación del tejido esponjoso, por lo que deben tratarse de forma diferida (3-6 meses) mediante diferentes técnicas quirúrgicas.

 

A diferencia de lo que ocurre con las lesiones no penetrantes de uretra anterior, en el caso de las secundarias a traumatismo penetrante por arma de fuego o arma blanca, el tratamiento debe ser la revisión quirúrgica con desbridamiento y realineamiento uretral precoz. Es importante conservar el máximo tejido espongioso cuando se lleva a término el desbridamiento ya que con la contusión, este tejido puede parecer necrótico sin que verdaderamente esté afectado dada su excelente vascularización, lo que comportaría un defecto uretral mayor. En los casos de herida por arma de fuego desde corta distancia, en la que la lesión uretral es mucho más extensa, es preferible derivar la orina mediante una sonda suprapúbica y marsupializar la uretra para realizar una reconstrucción de forma diferida.

 

BIBLIOGRAFIA

Libro del Residente de Urologia. Asociacion Española de Urologia

TRAUMATISMOS DE LA VIA URINARIA INFERIOR
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